🔸 Desarrollan todas sus áreas: intelectual, emocional, social, espiritual y física. La naturaleza estimula el cerebro, el cuerpo y el corazón (Kellert, 2005).
🔸 Juegan mejor, piensan mejor: los espacios verdes fomentan el juego creativo, la cooperación y el pensamiento flexible. Son laboratorios vivos para la resolución de problemas (Bell & Dyment, 2006).
🔸 Mejoran su concentración: ver árboles, tocar tierra o simplemente estar al aire libre potencia la atención y las habilidades cognitivas (Wells, 2000).
🔸 Rinden más en el colegio: los programas educativos en la naturaleza han demostrado mejoras significativas en materias como ciencias, lengua y matemáticas (American Institutes for Research, 2005).
🔸 Disminuyen los síntomas de TDAH: incluso en niños desde los cinco años, el contacto con la naturaleza reduce la hiperactividad y mejora el autocontrol (Kuo & Taylor, 2004).
🔸 Se mueven más y mejor: los entornos naturales invitan al movimiento libre, al juego activo y a la conciencia corporal.
🔸 Comen mejor: cultivar sus propios alimentos les motiva a consumir frutas y verduras, y a mantener hábitos saludables a largo plazo (Bell & Dyment, 2008; Morris & Zidenberg-Cherr, 2002).
🔸 Ven mejor: pasar más tiempo al aire libre reduce el riesgo de miopía en niños y adolescentes (American Academy of Ophthalmology, 2011).
🔸 Se relacionan mejor: el juego libre en la naturaleza mejora las habilidades sociales, la empatía y la convivencia (Burdette & Whitaker, 2005).
🔸 Se autorregulan: los espacios verdes favorecen la paz interior, la disciplina y el equilibrio emocional, especialmente en niñas (Taylor, Kuo & Sullivan, 2001).
🔸 Se estresan menos: los entornos con plantas y vistas naturales reducen el estrés infantil de forma significativa (Wells & Evans, 2003).
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Children and Nature Network. (2007). www.childrenandnature.org/research/ Annotated Bibliographies of Research and Studies, Volumes 1 and 2.