Mientras se sirve el desayuno, el bol de cereales se le vuelca sobre la camiseta. Nico se contiene, evita gritar y decide cambiarse sin alterarse. Esta respuesta refleja su capacidad de regular el impulso emocional ante una situación frustrante.
Antes de salir de casa, recuerda que debe llevar la calculadora para el examen, entregar una hoja firmada y repasar un tema específico. Mantiene en mente varias instrucciones mientras organiza su mochila, lo que implica un uso activo de la memoria de trabajo.
Durante la clase de lengua, Nico ha preparado una exposición oral, pero el profesor le pide que trabaje en grupo en una actividad escrita. Nico reorganiza sus ideas, colabora con sus compañeros y adapta su enfoque. Esta capacidad de modificar la estrategia ante un cambio de tarea refleja flexibilidad cognitiva.
Durante la comida, Nico organiza mentalmente cómo distribuir su tiempo por la tarde: repasar historia, preparar una presentación y ver una serie como refuerzo motivacional. Esta secuencia muestra una planificación consciente de tareas y tiempos.
Al estudiar historia, Nico compara dos eventos similares en diferentes épocas. Analiza causas, consecuencias y diferencias contextuales. Este proceso implica razonamiento general, basado en análisis comparativo, inferencia y organización lógica de la información.
Al intentar imprimir su trabajo, la impresora falla. Nico prueba diferentes alternativas: reiniciar el dispositivo, cambiar el cable, enviar el archivo por correo y finalmente imprimir en casa de un vecino. Esta secuencia refleja una estrategia de resolución de problemas eficaz.
Las funciones ejecutivas son un conjunto de procesos cognitivos que nos permiten autorregular la conducta, planificar acciones, tomar decisiones y adaptarnos a situaciones nuevas. Son fundamentales para el aprendizaje, la autonomía y la vida en sociedad, y se desarrollan progresivamente desde el nacimiento hasta aproximadamente los 25 años, con especial maduración durante la adolescencia y juventud (Best & Miller, 2010).
Aunque no existe consenso absoluto sobre cuántas funciones ejecutivas existen, el modelo de Adele Diamond (2013) es ampliamente aceptado en neuropsicología y educación. Este modelo identifica tres funciones básicas:
🔸Inhibición: capacidad para controlar impulsos, resistir distracciones y mantener la atención.
🔸Memoria de trabajo: permite retener y manipular información temporalmente para realizar tareas complejas.
🔸Flexibilidad cognitiva: habilidad para adaptarse a cambios, pensar desde diferentes perspectivas y modificar estrategias.
Estas funciones básicas sustentan otras habilidades ejecutivas de nivel superior, como:
🔸Planificación: organizar pasos para alcanzar una meta.
🔸Razonamiento: analizar situaciones y tomar decisiones lógicas.
🔸Solución de problemas: identificar obstáculos y buscar alternativas efectivas.
Comprender cómo se manifiestan en la vida diaria permite a familias y educadores acompañar mejor el desarrollo infantil y adolescente, detectar dificultades y potenciar fortalezas. En contextos multiculturales o migrantes, donde los jóvenes enfrentan cambios constantes, estas habilidades son especialmente relevantes para favorecer la resiliencia y el bienestar.