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Plasticidad cerebral: por qué el cerebro nunca deja de aprender

 

Durante décadas, se pensó que el cerebro humano alcanzaba su máximo desarrollo en la infancia y que, con el paso del tiempo, su capacidad para aprender disminuía de forma irreversible. Sin embargo, los avances en neurociencia han demostrado que el cerebro es mucho más dinámico de lo que se creía. Gracias a la plasticidad cerebral —también conocida como neuroplasticidad— sabemos hoy que el cerebro puede adaptarse, reorganizarse y aprender durante toda la vida.

 

 ¿Qué es la plasticidad cerebral?

La plasticidad cerebral es la capacidad del sistema nervioso para modificar su estructura y funcionamiento en respuesta a estímulos internos y externos. Esto incluye la creación de nuevas conexiones sinápticas, el fortalecimiento de redes neuronales existentes y, en algunos casos, la reorganización completa de áreas cerebrales tras una lesión o cambio ambiental.

Según Morandín-Ahuerma (2022), la neuroplasticidad no solo es un fenómeno biológico, sino también cognitivo y social. Es el fundamento que permite que el aprendizaje sea un proceso continuo, moldeable y profundamente influenciado por la experiencia, la emoción y el entorno.

 

 ¿Cómo se manifiesta en el aprendizaje?

La plasticidad cerebral está directamente relacionada con el aprendizaje. Cada vez que adquirimos una nueva habilidad, recordamos una información o cambiamos una conducta, el cerebro modifica sus conexiones neuronales. Este proceso ocurre en todas las etapas de la vida, aunque con mayor intensidad en la infancia y adolescencia.

Un estudio publicado en Ciencia Latina destaca que la estimulación adecuada —especialmente en contextos educativos— puede potenciar habilidades cognitivas como la atención, la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva y el pensamiento crítico, incluso en niños con dificultades de aprendizaje.

Además, García Salaya et al. (2025) señalan que factores como la curiosidad, la emoción positiva y la motivación son claves para activar la plasticidad cerebral. Cuando un docente comprende cómo el cerebro procesa la información, puede adaptar su estilo de enseñanza para favorecer un aprendizaje más profundo y duradero.

 

¿El cerebro puede cambiar en la adultez?

Sí. Aunque la plasticidad cerebral es más evidente en los primeros años de vida, investigaciones recientes han demostrado que el cerebro adulto también puede cambiar. Por ejemplo:

Aprender un nuevo idioma o instrumento musical puede generar nuevas conexiones sinápticas.

Practicar meditación o mindfulness fortalece áreas relacionadas con la atención y la regulación emocional.

Rehabilitación tras un accidente cerebral puede activar zonas no dañadas para asumir funciones perdidas.

Estos hallazgos han revolucionado la forma en que abordamos la educación, la salud mental y la rehabilitación neurológica.

 

 Implicaciones educativas y terapéuticas

Entender la plasticidad cerebral tiene enormes implicaciones. En educación, permite diseñar metodologías que respeten los ritmos individuales y fomenten el aprendizaje activo. En terapia, abre la puerta a intervenciones que ayudan a recuperar funciones cognitivas tras lesiones o trastornos.

Como afirma Morandín-Ahuerma (2022), la educación es un motor de neuroplasticidad positiva: cuanto más estimulante, emocionalmente segura y significativa sea la experiencia educativa, mayor será el impacto en el desarrollo cerebral.

 

Referencias